Tu red y la inutilidad del sufrimiento

Existe una tendencia generalizada a proclamar que de los malos momentos siempre se sacan muchas cosas positivas. Yo no lo creo así. No creo en el poder transformador del sufrimiento, no creo en que haya que pasar por el peaje de la pena para aprender a apreciar la vida y, mucho menos, creo que tras pasar por el dolor más profundo renacemos convertidos en seres bondadosos que dan a la Tierra lo mejor de sí mismos , dándole las gracias al Universo por haberles enseñado tanto con cada lágrima. Yo no quiero enfermar para sonreír ni, mucho menos, quiero que nadie a mi alrededor tenga que sufrir para agradecer nada.




Creo que, de ser así, si solo aprendiésemos a base de meternos tortazos, la vida sería, sin duda, mucho más sencilla, pero mucho menos emocionante. Como si estuviese dictado que detrás de lo malo vendrá algo bueno y viceversa. Llegas llorando y cuando te vas, te lloran. 
Hay una moda imperante que alaba y vanagloria los momentos de crisis como si fuesen un requisito indispensable para ser una persona que tiene algo que contar. Si no has sufrido lo bastante parece que tu discurso pesa menos, que todo lo que vayas a decir solo es fruto de una vida todavía poco ¨marcada. Me cansa bastante la dulcificación de infancias terribles y encuentro que es una forma de volver a victimizar a quién ya bastante ha sufrido.



Yo creo que hay algo que nos tiene que hacer ser buenos porque sí, sin buscar razones o motivos en los azares del destino. Creo en que debemos apreciar cada minuto que se nos regale por el simple hecho de ser capaces de admirar todo cuanto bueno nos rodea y creo que también debemos tener derecho a manifestar que la vida a veces se pone muy fea e injusta.
Pero sí hay una cosa que creo que podemos extraer de los momentos malos: Nuestra red. La red que nos recoge cuando, sin esperarlo, caemos.
La red son tus padres al otro lado del teléfono, preguntándote cómo ha ido el día y diciéndote que si tienes una gripe es mejor que la pases en su casa. Porque sí, después de 11 años viviendo fuera, todavía necesitas el amor en un vaso de zumo de naranja en la mesilla. Esos mismos padres que también entienden ya, que tus malos momentos los digieres mejor en soledad. Amar es también dar espacio y respetar los silencios.
Son tus amigos, a los que podrías llamar a cualquier hora, estando en cualquier parte del mundo, sabiendo que más pronto que tarde, estarán dándote su aliento. Son esas personas especiales a las que no sabes etiquetar con un nombre, pero SON.
Esa red se compone también de todo cuanto te hace feliz: pasear, leer, escribir, escuchar canciones que te hacen llorar porque es lo único que necesitas. Tu red puede que durante unos días sea tu cama, el sofá. Tu red es que nadie te diga que todo es cuestión de tiempo. Sí lo es, la vida es tiempo. Pero por favor, no malgastéis saliva diciendo algo que nadie quiere oír cuando cada minuto se le hace eterno.
Y lo único, no diría si quiera positivo, que vas a llevarte cuando saltes a la red es que de verdad vas a darte cuenta de quién estaba ahí porque todo era divertido y quien después de lo bonito, se quedó para ver el golpe y recoger tus pedacitos. Ya sabéis que todos vienen a la fiesta pero casi nadie te llama a la mañana siguiente para echarte una mano con la porquería acumulada. Tiene una doble lectura: la buena es que, con suerte, la red será fuerte porque ya solo quedan los que de verdad suman y ponen sus brazos para agarrar con fuerza. La mala es que las decepciones duelen. Y eso es una putada, se mire por donde se mire. Duele ver como el teléfono no suena, duele ver como alguien no te escribe preguntándote como estás y duele, vaya si duele, pensar que tu te habrías presentado en casa de esa persona si te dijera que está triste. Y duele, aún mucho más, decir abiertamente que estás triste y obtener la indiferencia por respuesta.
No le busques el lado positivo. Son dolores. Punto. Nadie te va a quitar el mal trago y que tengas que hacer una buena limpieza de contactos.
Pero cuida a tu red, suma cuando te toque, acoge, abraza, dile a esas personas lo importantes que son para ti y qué necesitas de ellos.  
Disfruta de lo bueno porque lo malo va a doler, sin querer. Quieras o no quieras.

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